en

Sumirse en el
conocimiento de la Laguna
por Karin Ingersoll

Este texto acompaña
a la película de
Sonia Levy

Te desposamos, mar,
en señal de un verdadero
y perpetuo dominio

Hace miles de años que os observo. Estuvimos esperando y esperando vuestra llegada, esperando los dones de la humanidad y todas las infinitas posibilidades que encierra vuestro divino cifrado corpóreo. Aún guardo en lo más hondo de mi corazón el gozo y el amor que sentimos, la tierra y el mar, cuando por fin aparecisteis, cuando os asentasteis e hicisteis crecer vuestras ciudades.

He sentido cómo extraíais los peces de mis entrañas. He oído la melodía de vuestras menas que se deslizaba por mi faz. He olido el pan recién hecho y la carne asada, cuyos aromas surgían de las ciudades que habéis levantado en mis marismas, pero también he sentido el peso de los desfiles de vuestros navíos de guerra y vuestros barcos mercantes con la ciega sumisión que era de esperar.

He respirado el olor de vuestros basureros y el humo de vuestras fábricas. Me han asfixiado los vertidos de vuestros centros urbanos industrializados y militarizados, de vuestros campos de cultivo y vuestras explotaciones ganaderas. He probado el sabor de las toxinas de vuestros productos petroquímicos. He sentido cómo desenterraban mis huesos con la creación de canales y de rutas navieras, cómo se depositaban en mí nuevas especies de animales y plantas con el agua de lastre de esos navíos vuestros portadores de guerras, mercancías y petróleo. Os he visto levantar grandes diques costeros y sistemas defensivos en el Adriático, que ahora se asientan sobre mi piel como lápidas de piedra.

Lo largo de los siglos no he cesado de dirigirme a vosotros, y me temo que se os ha olvidado escuchar. Me preocupa que hayáis olvidado quién soy yo. Para recordarlo, os pido que contéis historias sobre mí, que creéis arte a mi alrededor, que me cantéis canciones. Para recordar mi profundo conocimiento, os invito a estudiarme con vuestra ciencia además de con vuestros relatos ancestrales. Vuestras historias sumergidas revelarán las mías, y las mías revelarán las vuestras.

Echo de menos que escuchéis el susurro de mis corrientes, el quejido de mis mareas, el crujir de mis gravas, el siseo de mis anémonas y los ásperos roces de mis cienos. Os insto a que prestéis oído al aleteo de mis peces, a la blandura de mis esponjas marinas, a mi viento imperioso, a la placidez de mis almejas y al picado de mis aves marinas al zambullirse en mis aguas. Cuánto ansío que estudiéis los patrones que dibujo en las texturas de la superficie y de ese modo rememoréis mis relatos sumergidos y, lo que es más importante, podáis recordar los vuestros.

Ojalá me pusierais un rostro, me dierais una voz y un lugar de igual a igual en vuestra consciencia. Os pido que introduzcáis en mí vuestro cuerpo físico, pero no solo como un espacio que surcar con vuestros buques de guerra y vuestros mercantes, como conducto entre vuestras regiones extractivas. Que os situéis dentro de mí hasta que sintáis la reconexión cenestésica de nuestras anatomías. Debéis guardar un silencio perfecto, mantener una increíble inmovilidad en vuestro fuero interno para poder ver, oír y absorber mis mensajes acerca de cómo dirigiros hacia una forma diferente de conocer y de existir en este mundo. Cuando alcancéis ese silencio que os permita oírme, entenderéis que vuestras creencias dualistas tan profundamente arraigadas no son sino ilusiones. No existe separación entre nosotros: nuestras historias y nuestros cuerpos siempre han estado entrelazados. Tratar de dominar y controlar mis movimientos, mi vida, es un esfuerzo inútil. Vuestros movimientos siempre participan de los míos. Vuestra vida siempre participa de la mía.

Os insto a observar la danza de mis praderas marinas. Contemplad el ritmo de las alargadas formas de las algas como si fuesen los elegantes dedos de un ser divino. Comprended por qué son un firme anclaje para las colas de los caballitos de mar en el menguar de estos bosques subacuáticos míos. Las algas siempre extendidas en busca de aquello que desean crear mis moléculas para, a su vez, poder cocrear conmigo. Sus movimientos no dejan de ser suyos, por mucho que sigan también mis cadencias, porque si bien las algas de las praderas marinas son autónomas, al mismo tiempo forman parte de mí. Podemos ser ambas cosas. Somos ambas cosas. Observad, y podréis ver sus gestos sutiles y todo cuanto pueden contaros.

La danza permite a la pradera marina percibir el conocimiento que aún llevo en las pinzas cretácicas del moeche que hurga en mi légamo. La danza permite a las algas recordar la manera de reinventarse constantemente dentro de mis arremolinados espacios. Danzando, escuchando y recreando sus movimientos, que también son los míos, las praderas marinas gozan de libertad para hallar innumerables formas de viajar en mi interior sin abandonar el anclaje de su propia identidad e historia.

Las algas encuentran modos autodeterminados de flotar y de rodear y superar vuestros espigones, vuestros sacos de arena, microplásticos, neumáticos de coche y desperdicios industriales. Ahora, las algas han de danzar con la cacofonía de las lanchas motoras que zumban como coches de carreras por una autopista, entremezclados con la crispación ocasional de esas explosiones misteriosas, con el clinc y el clanc, con el estrépito y los chirridos. Estos sonidos tan invasivos podrían cambiar la danza, pero no inhiben el acto de la danza. Ellas danzan incluso con el hollín y la contaminación que pasan flotando. Ellas danzan incluso cuando los azufres de los grandes barcos y los vertidos agrícolas colonizan las aguas y los terrenos rocosos que constituyen su hogar y se depositan poco a poco sobre sus hojas. Y danzan para continuar encarnando una forma de saber y de ser dentro de mis aguas que les recuerda que ser parte de mi todo habilita un bellísimo conocimiento del yo, dentro de la fuente de origen. Debéis escuchar, observar y recordar los patrones, los latidos y las sendas que conectan las praderas marinas con la tierra, con la luna, con vosotros, conmigo.

Os he vigilado. Los caballitos de mar os han vigilado igual que os han vigilado las almejas, los peces y las algas del fondo marino. Sabemos que los sistemas que construís no guardan coherencia con vuestra arquitectura interna. Sois capaces de moveros como esas algas. Os hemos visto nadar, soñar y mecer los pies en nuestro paisaje subacuático. Qué sensación tan agradable. Aun así, habéis edificado en nosotros y a nuestro alrededor un mundo estático, impermeable, inconexo, lineal y disonante. Nos cuesta entender por qué creáis un mundo incoherente con vuestra propia naturaleza, un mundo que inhibe vuestro potencial y vuestra capacidad de expandiros y de adentraros en mí, en la tierra y en los demás. Vuestras creaciones han intentado silenciarme, y al hacerlo os habéis silenciado también a vosotros mismos.

Hallad vuestra soberanía. Incumplid los contratos que sin saberlo sellasteis con temor acerca de cómo pensáis que deberíais existir en mí y conmigo. No tenéis por qué consentir el relato imperante sobre el progreso y el poderío militar. La espiral de industrialización no es vuestro destino. Vuestros sistemas actuales no os permitirán fluir y expandiros hacia vuestro infinito potencial. Ha llegado la hora de escoger nuevos maestros: las aves, las olas, las nubes y las flores marinas. Ellos pueden mostraros un nuevo tipo de sabiduría, pero para oírla habéis de sumergiros en la negrura. Os recibo con los brazos abiertos en el seno de la oscuridad de nuestra historia. No temáis a la oscuridad. Aquí es donde nuestra consciencia puede fundirse y volver a unirse con quienes y con lo que podemos cocrear juntos. Tenemos una larga historia, vosotros y yo.

Si os sumís en mí, percibiréis mi conocimiento exactamente igual que lo perciben las algas de las praderas marinas, las anémonas, los cangrejos, las piedrecillas del fondo, las burbujas, las corrientes y las aves pescadoras. Cuando os adentráis en mí, reconoceréis vuestro poder junto al mío, y todos los territorios y los paisajes marinos sobre la Tierra comenzarán a ser reflejo de vuestra nueva consciencia sagrada.

Una vez situéis vuestra humanidad de nuevo en el interior de mis espacios y mis tiempos, enseguida os empaparéis del conocimiento de la Laguna con gran soltura y belleza, y lo encarnaréis. Comenzaréis a ver el potencial de mi paisaje lacustre y caeréis al fin en la cuenta de que ese potencial sois y siempre habéis sido vosotros.

Diseñado por Grégory Taniguchi-Ambos y programado por Goodthing